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Claro que me molesta

En donde vivo hay un pequeño gimnasio al que voy a correr un poco y usar la bicicleta fija. Hay como doce aparatos y va poca gente. También hay una televisión en la que, si uno llega y esta solo, puede encenderla y poner videos o la música que prefiera. A mí me gusta poner rock clásico y escuchar a Led Zeppelin o The Who mientras hago ejercicio, además Lester Burnham siempre ha sido uno de mis ídolos. Cierto día llegué, no había nadie, puse mi música y me subí a la bicicleta. Después llegó una mujer con su entrenador, bastante ruidoso y comenzaron a hacer ejercicio. Es una regla no escrita que la música que esta puesta se queda hasta que alguien se queda solo y puede cambiarla. Pasaron unos minutos y la mujer se acercó a la televisión con la clara intención de cambiar de canal, cuando estaba a punto de llegar volteó y me preguntó: “¿Podemos cambiar la música? ¿Te molesta?”, le respondí tajantemente “La verdad la puse porque me gusta”, en su defensa debo menciona

¿Cómo llegué aquí?

Seré breve, un día desperté, subí todas mis posesiones a mi carro y tomé la carretera rumbo a Playa del Carmen. No, mentira… bueno, sí fue así pero no tan sencillo, y de paso recuerdo que una vez a los siete años me iba a ir de mi casa, empaqué todos mis juguetes en bolsas del supermercado y los subí a mi bicicleta, no llevaba ropa, comida o dinero, afortunadamente ni siquiera abrí la puerta para salir.